lunes, septiembre 12, 2005

Los Vampiros no se van de putas

Lunes por la tarde.
Después de desempacar las maletas de Pao nos arreglamos para salir..  ¿A dónde? A escuchar un poco de rock gótico, Pao no lo sabía, pero tenía ganas de ir a ese un garito por aquí cerca donde pinchan un poco de todo, post-punk, gótico, algo de The Cure, algo de Bauhaus, algo de esa música que invita a la melancolía sin que te dejen caer las lágrimas que el blues podría provocar y que, claro, no se te corra el maquillaje oscuro...

Me metí en esos pantalones vaqueros bordados con un dragón que tanto me gustan, una blusa de muselina color hueso con largas mangas y llené mis muñecas y cuello con perlas (que las lágrimas, aunque sean de piedra, siguen siendo lágrimas), me maquillé y me colgué la chamarra de cuero.
Pao, a su vez, con su pelo largo ensortijado y unos pantalones color verde olivo no desentonaría ni en ese club ni en ninguna disco fresa, iba cual reina, acorde a cualquier situación.

Pasé por las entradas del cine, que antes de irnos a tomar la copa, se nos antojaba ver una peli, la opción: Princesas. Una película de tintes sociales acerca de la vida de las prostitutas madrileñas...
Como la función empezaba hasta las 11 y eran apenas las diez una "caña" y unas papas a la francesa, perfecto tentempié para dos chicas que pretendían pasar una larga, o no tan larga noche de música.

Llegamos al cine justo antes de que empezara la publicidad, sin opción al esperado refresco o las palomitas a causa de larga fila que había nos colocamos en nuestros sitios (que por cierto estaban ocupados por unos tipos abusivos).

Como es común en mí, si la película es alegre, desde casi el primer momento de que empiece me río de todo, pero, si en cambio la película es triste, lloro durante dos horas y no es que esta película sea especialmente triste, el soundtrack a cargo de Manu Chao es buenísimo y tiene sus puntadas alegres, pero... ¿A quién fregados se le ocurre ver una película que te pone down si luego pretende ir a escuchar gótico? Sólo a mi.

Al final mi dosis de melancolía era ya suficientemente fuerte como para encima aventarme algunas horas de cualquier cosa, vamos, que lo de ir a "bailar" se nos cebó.

Ahora, el maquillaje ha sido removido por esos algodoncitos planos y un poco de crema, los jeans sustituidos por los pantalones de pijama y la blusa de muselina ha retomado su lugar en el armario, y yo, escribo estas líneas sustituyendo el bar por mi escritorio y el gyn tonic por un vaso de leche... Tal vez otra noche la cacería resulte fructífera.

3 Suspiros:

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